¿Dónde surge? ¿Cuál es su evolución por Europa?
El Arte románico fue un estilo artístico predominante en Europa en los siglos XI, XII y parte del XIII. El románico supone el arte cristiano, agrupando las diferentes opciones que se habían utilizado en la temprana Edad Media. No fue producto de una sola nacionalidad o región, sino que surgió de manera paulatina y casi simultánea en Italia, Francia, Alemania y España. En cada uno de estos países surgió con características propias, aunque con suficiente unidad como para ser considerado el primer estilo internacional, con un ámbito europeo.
Características de la ARQUITECTURA ROMÁNICA:
La expresión de las características del arte románico se realiza mediante simbología, que en muchos casos tiene una cierta ironía y en otros sólo pretende avivar la mente humana y hacerla pensar sobre el significado de estas manifestaciones artísticas. A diferencia de otros estilos, el románico no busca la copia de la naturaleza ni la expresión de lo real, se infiltra para demostrar la belleza de una forma abstracta. Es por ello una arquitectura de figuras sencillas que utiliza como elementos artísticos los cuadrados, los círculos, los cubos y los cilindros, que se sitúan dando un ritmo perfecto a la obra. Dicha perfección y armonía de los elementos no es un hecho aislado en la intención del autor sino que está calculado con todo lujo de detalle.
Arriba detalle del ábside de la Iglesia románica de Santa María (Benavente – Zamora).
La escultura románica de animales, personas, etc, adopta las formas y proporciones necesarias para ajustarse a un orden geométrico racional. Siguiendo esta característica, podemos encontrar en las portadas, cabeceras y ventanas personajes esculpidos en posturas imposibles y con perspectivas absurdas.
Al igual que en la época romana, el carácter simbólico de los elementos arquitectónicos y esculturales juegan un papel muy importante. Cada símbolo tiene su significado. De esta forma, la orientación de la planta de la mayoría de las iglesias es de este a oeste, justo por donde aparece y desaparece el Sol cada día. El altar por lo tanto tiene orientación este y era la primera zona de la iglesia iluminada por el Sol. Se observa aquí la ideología de ser Cristo la luz del mundo que todo lo puede iluminar.
Las bóvedas de medio punto representan las bóvedas celestiales donde Cristo espera a sus fieles tras su muerte. Son las figuras de leones u otros animales de fuerzas poderosas las que se esculpían en los tímpanos y capiteles de las entradas de las iglesias, haciendo ver el carácter divino e impenetrable de éstas.
Cualquier expresión románica es por tanto una gran fuente de simbología. Además de representar físicamente una concentración de los volúmenes, perfectamente equilibrados, creados con la intención de despertar la imaginación, enseñar y conmover.
PLANTAS
Las plantas de las iglesias fueron muy variadas y es imposible hacer una relación de todas ellas. Citaremos las más importantes:
Plantas de salón o basilicales
Esta planta está relacionada con antiguos edificios públicos romanos y sobre todo, por las primeras iglesias paleocristianas y prerrománicas Se trata de iglesias longitudinales con 1, 3 ó 5 naves paralelas (espacio entre filas de arcadas) sin transepto y normalmente finalizadas en cabecera de ábsides semicirculares escalonados.
Plantas de cruz latina
A la disposición anterior se le añadía un brazo perpendicular saliente en planta (transepto) con lo que el resultado era de cruz latina. Ello simbolizaba la cruz de Cristo. Estas iglesias podían estar también rematadas en cabeceras con ábsides escalonados. Sin embargo, en iglesias de peregrinación y otros grandes templos las naves terminaban en una cabecera compleja formada por capilla mayor rodeada de una girola o deambulatorio de una o varias naves que la rodeaba y a la que se abrían capillas radiales. Un ejemplo español es la Catedral de Ávila.
Plantas circulares o poligonales
Las iglesias de plantas circulares o poligonales son menos frecuentes. Normalmente son templos al servicio de comunidades de órdenes militares participantes en la Cruzadas, como los templarios o los caballeros del Santo Sepulcro, por parecerse al templo de Salomón y al del Santo Sepulcro de Jerusalén, respectivamente.
Tenemos un claro ejemplo en la Iglesia de la Veracruz en Segovia y también en la Iglesia de Eunate (Navarra).
Planta de cruz griega
Otra planta ocasional es la de cruz griega, es decir, formada por dos naves iguales que se cruzan perpendicularmente en el centro. Un ejemplo en España es la de Sant Pau del Camp en Barcelona.
BÓVEDAS
La bóveda es una obra de fábrica curvada que sirve para cubrir el espacio comprendido entre dos muros o entre varios pilares.
En el periodo del románico pleno la bóveda más empleada para cubrir la nave principal del templo es la de medio cañón (bóveda de directriz continua semicircular) con arcos transversales de refuerzo o fajones, cabalgando sobre las arquerías inferiores. Esas enormes bóvedas ejercían una fuerza no sólo vertical sino transversal que tenía que ser contrarrestada con otras naves laterales o la presencia en el exterior de los muros de poderosos y macizos contrafuertes.
Aunque la bóveda de medio cañón longitudinal fue -como decimos- la más ampliamente usada para la nave principal, no se dejaron de inventar, durante el período románico, nuevas e ingeniosas formas de cubrición.
Por ejemplo, en lugares del sur y oeste de Francia como Angulema, Périgueux, Cahors, Solignac, Souillac, etc., durante las primeras décadas del siglo XII, se construyeron edificios de una sola y amplia nave, que se cubría con una serie de cúpulas semiesféricas sobre pechinas.
Esta solución arquitectónica tuvo una limitada difusión.
En la iglesia abacial de San Filiberto de Tournus (Borgoña), edificio de tres naves iniciado en el siglo XI, la nave central se cubre mediante una serie de bóvedas de medio cañón perpendiculares al eje de la nave, apoyando sobre inmensos pilares circulares. Ello permitió, aprovechando la superficie semicircular que queda bajo la intersección de la bóveda con el muro lateral para abrir ventanales de iluminación directa a la nave.
Por otro lado, en las naves laterales de los edificios del románico pleno se emplea principalmente la llamada bóveda de arista, construida sobre un espacio cuadrado y formada por el cruce de dos bóvedas de cañón de igual anchura. Esta bóveda, cuando se genera por el cruce de arcos apuntados y se refuerza con nervaduras da lugar a la bóveda de crucería.
Para abovedar el crucero, espacio cuadrado de intersección de nave y transepto, se emplea la cúpula, o bóveda con forma de media esfera u otra forma aproximada. Para pasar del cuadrado del crucero al círculo de la base de la cúpula semiesférica se emplearon las pechinas (soportes en forma de triángulo curvilíneo). También se usaron las trompas (soportes de forma cónica) que convertían el cuadrado en octógono como transición al círculo.
En los ábsides de planta semicircular se usó de manera invariable la bóveda de horno o de cuarto de esfera que se engarzaba a la de medio cañón correspondiente al tramo presbiterial.
A partir de finales del siglo XI se comienzan a ensayar las primeras bóvedas de crucería en Inglaterra y Normandía (Francia), como en la catedral de Durham.
La gran utilidad de estas bóvedas es que los empujes que generan sobre las estructuras inferiores son más verticales y localizadas lo que permite un mejor contrarresto.
A lo largo del siglo XII se suceden iglesias con planta y soportes plenamente románicos (el habitual pilar cruciforme con cuatro semicolumnas en sus caras) que sin embargo tienen abovedamiento de crucería. Ello obligó en algunos casos a improvisar ménsulas para las nervaduras de la bóveda.
Estas construcciones de la arquitectura románica madura nunca han de considerarse góticas sólo por el abovedamiento. El gótico es un concepto arquitectónico y estético diferente. Los soportes góticos se hacen más complejos -con multitud de columnillas adosadas unas a otras o al pilar- para recibir los numerosos nervios de la bóveda de crucería y este avance se emplea para "desmaterializar el muro" y convertirlo en un mundo de cristal.
¿Cómo resuelven los arquitectos románicos el problema de los empujes de la bóveda?
La bóveda es un elemento constructivo semicilíndrico que soporta el peso de la cubierta, generalmente realizada en piedra. Podría decirse que se trata de una sucesión de arcos de medio punto.
La bóveda más utilizada en el románico es la llamada bóveda de cañón.
El uso de esta bóveda semicilíndrica resuelve un problema como el de evitar los incendios, pero añade otro para los constructores de templos y monasterios: el arco de medio punto, empleado en la construcción ejerce una gran presión o empuje sobre los muros, llegando a agrietarlos o derrumbarlos.
Para solucionar este problema recurrieron a diversos procedimientos, añadiendo a sus edificaciones:
- Gruesos contrafuertes adosados al muro por el exterior.
- Entre dos arcos de medio punto colocaron otros arcos intermedios, adosados a la bóveda, llamados arcos fajones.
- Aristas transversales encontradas en un punto central. La bóveda se convierte en una sucesión de bóvedas de cañon que se intersectan. Por eso recibe el nombre de bóveda de arista.
Otra bóveda utilizada en el románico es la bóveda de cuarto de esfera, utilizada en los ábsides, y que frecuentemente es un elemento utilizado para la decoración interior (pintura).
A la izquierda, se puede observar en la Iglesia románica de Santa María de Benavente (Zamora), varios de los elementos a los que hemos hecho referencia, como contrafuertes, ábsides y bóvedas de cuarto de esfera como techo de uno de los cinco ábsides con los que cuenta esta Iglesia.
EL MURO ROMÁNICO
La forma de edificar un muro en época románica es herencia directa de los geniales arquitectos que fueron los constructores romanos. El tipo de técnica empleada es lo que se denomina "muro compuesto" o "emplectum" y consta de tres capas:
- un núcleo formado por ripios consolidados con mortero de cal
- y sendos acabados exteriores.
La imagen inferior corresponde a la ruina del cilindro absidal de Medianeta en el Alto Gállego (Huesca). En amarillo están los sillares de las capas exteriores del muro, entre las cuales se dispone el núcleo formado por mortero de cal y ripios.
Realmente lo que están haciendo estos constructores es fabricar un "encofrado", de forma semejante a como hoy se realiza; pero sustituyendo las planchas metálicas -que se retiran al consolidar la fábrica- por bloques de piedra tallada para que además de conformar un espacio interior donde fabricar el núcleo del muro, le aporten el acabado tanto al exterior como al interior.
En las obras más antiguas, se emplean los sillarejos apenas desbastados, y en la etapa plena del románico, se utilizan bloques de piedra sillar bien escuadrados y ajustados en sus superficies vistas y de apoyo.
Hacia el interior del muro, la piedra no necesita ser tallada con cuidado. No se verá. Y su propia irregularidad en la profundidad de penetración en el núcleo aportará cohesión a ambas capas. Este es el fundamento de colocar sillarejos a tizón: al disponerlos de modo que su mayor longitud se hunda en el centro del muro, consolida y ata sus distintas fases.
Si la mezcla de mortero de cal es la adecuada y en consecuencia el núcleo del muro es sólido, es suficiente para rigidizar el mismo hasta el punto de que los acabados de piedra vista sean meramente decorativos. La demostración de esta idea son los edificios en que se han expoliado sus sillares para reutilizarlos ("la mejor cantera disponible es un edificio abandonado"). Permanecen en pie gracias a la rigidez del núcleo de sus muros.
En ocasiones, en el espesor del muro se dejaban maderos emparedados a modo de "durmientes" esperando que aumentaran la estabilidad del mismo y evitasen alabeos. El riesgo es que si la madera no era de suficiente calidad, al descomponerse lo que originaba era la debilidad de la obra.
Un ejemplo de esto lo he encontrado en los restos de amurallamiento del castillo de Marcuello en Huesca.
Además de los acabados exteriores a base de sillarejos y sillares, también se utilizan mampuestos y ladrillo en sustitución de la piedra trabajada. Y en fases avanzadas de la época medieval, se llega a prescindir de las capas exteriores del muro, encofrando con planchas de madera sujetas por vástagos que dejan unos orificios regularmente distribuidos por la obra.
El muro románico es de gran espesor. Mas de un metro en los pequeños templos rurales que estamos acostumbrados a ver. En el constructor de esa época primaba la estabilidad de la obra sobre cualquier otra circunstancia. Y creaba muros de gran potencia, con escasos vanos por miedo a debilitarlos. Así la luz en el interior es escasa y crea ese efecto que estimamos consustancial al románico y que no es sino temor del operario a debilitar el muro.
Si la obra no se pensaba cerrar con una bóveda de piedra, el muro podía ser de menor espesor. Pero si tenía que soportar los notables empujes de las cubiertas, todo era poco: amplio grosor, escasas ventanas, contrafuertes y la puerta al hastial de poniente, muro que no soporta empuje de la bóveda.
En las obras de notable altura, como las torres militares, a medida que ascendían rebajaban el espesor del muro. En parte para disminuir el peso total de la fábrica, y en parte para así con los retranqueos tener un punto de apoyo de las soleras de las distintas plantas.
Y en las torres-campanario, se aplica la misma idea, con el resultado de aumentar el numero y amplitud de vanos a medida que se gana altura. Arriba las cargas son escasas y abrir amplios vanos aligera la carga total que ha de soportal la base. El resultado es estéticamente bello.
El arquetipo del muro románico, a tenor de lo visto, es el muro pesado, recio y con pocas aberturas por miedo a debilitarlo. Ese es el esquema inicial, que condiciona el aspecto interior. El crecimiento en altura de los templos se ve condicionado por la pesadez del muro, incapaz de soportar su propio empuje. Y además habrá de recibir las cargas de las bóvedas.
El gran avance en este campo surge cuando -como en tantas otras disciplinas de la vida- se experimenta con formas aparentemente contradictorias. Algún maestro constructor se debió de dar cuenta de que la clave estaba no es hacer muros más recios y por tanto más pesados, sino en articularlos de manera que con menos peso, fueran capaces de transmitir los empujes de las bóvedas y el suyo propio.
Quizá la clave fuera entender el funcionamiento de las bóvedas de arista. En ellas, las cargas se transmiten por los pilares de las esquinas, pudiendo calar los cuatro muros, que resultan innecesarios desde el punto de vista de transmisión de empujes.
La consecuencia es clara en lo evolutivo: para poder elevar el muro hay que articularlo y aligerarlo. Surgen así los grandes arcos formeros de comunicación entre nave central y laterales, apeando el muro de separación solo en pilares muy separados. Y por encima, una nueva articulación del muro: el triforio, a modo de teoría de pequeños arcos formeros consecutivos. Y aun más alto, el claristorio: de nuevo una colección de vanos por los que penetra la luz. Y todos ellos transmiten con eficacia el peso de la bóveda de piedra hacia abajo. Lo que hubiera sido impensable con un muro continuo de un metro de espesor. No hubiera podido ni con su propio empuje.
Y si de lo meramente formal, damos el salto a lo ideológico, estamos ya viendo a través de la elevación de las naves con sus muros articulados plenos de vanos que dejan filtrar luz el nuevo estilo que imparable acude al relevo: el gótico.
LOS CONTRAFUERTES
Los soportes característicos de un edificio románico son el pilar compuesto y el estribo o contrafuerte adherido exteriormente al muro. El objetivo de los contrafuertes es reforzar los muros y servir a la vez de estribo o contrarresto a los arcos y bóvedas (que lo hacen también los pilares compuestos): son visibles al exterior, lisos y de forma prismática. Pero cuando se adhieren a los ábsides aparecen frecuentemente a modo de columnas que sostienen el alero. Los muros están formados de sillarejo o de sillares desiguales con poca regularidad en las hiladas.
ARCO DE MEDIO PUNTO
El arco de medio punto, en arquitectura, es el arco que tiene la forma de un semicírculo. Es el elemento principal de la arquitectura abovedada. Antiguamente solía estar conformado por dovelas de adobe, ladrillo o piedra.
PUERTAS Y VENTANAS DE LOS EDIFICIOS ROMÁNICOS
Las puertas se hallan formadas por una serie de arcos redondos concéntricos y en degradación apoyados en sendas columnillas de suerte que todo el conjunto forma una especie de arco abocinado y moldurado contribuyendo al mayor efecto visual el mismo grosor del muro que suele formar allí un cuerpo saliente. Este efecto se puede ver en una puerta lateral de la Iglesia de Santa María de Benavente (Zamora),
Algunas portadas carecen de dintel y de tímpano pero por lo general se hallan provistas de uno y otro y entonces se esculpen sobre el último relieves simbólicos o iconísticos y a los lados de la portada o en las jambas y aun en el mismo arco abocinado se disponen variadas series de labores ornamentales en relieve, flanqueándose, a veces, con estatuas el ingreso en las iglesias más suntuosas.
Arriba, los tres Reyes Magos, en el tímpano de la portada de la Iglesia románica de San Juan en Benavente (Zamora)
Las ventanas se abren casi siempre en la fachada y en el ábside y algunas veces en los muros laterales. Son bastante más altas que anchas y terminan por arriba en arco doble, generalmente plano o de arista viva apoyado sobre columnitas como las de la portada y cuando estos arcos se rodean de molduras finas o baquetones o bien las ventanas han dejado la primitiva estrechez, pertenecen a la segunda época del estilo. Hay también ajimeces, óculos y pequeños rosetones, correspondiendo (los rosetones) al último periodo.
Se cierran las ventanas con vidrieras incoloras o de color en algunas iglesias suntuosas o con láminas traslúcidas de alabastro o yeso cristalino o con simples celosías de piedra perforada y en las iglesias pobres con simples telas blancas enceradas o impregnada con trementina. De aquí que hayan de ser poco extensas las ventanas de esta época (lo mismo que en la precedente) hasta que se fue ensayando y generalizando el uso de grandes vidrieras.
EJEMPLOS DE EDIFICIOS ROMÁNICOS EN ITALIA
Basílica de Agliate
Basílica de San Pedro, Construida en el Siglo IX, Agliate, Italia.
En Siena,
DUOMO DI SIENA (CATEDRAL DE SIENA)
ESCULTURA ROMÁNICA
No se desenvolvió con la misma perfección que la arquitectura pero siguió la escultura románica los mismos pasos y evoluciones que ella, contribuyendo a su formación y desarrollo las mismas causas que para la arquitectura. Por lo mismo, hubieron de ser componentes suyos los elementos romanos con los septentrionales, bizantinos, persas de la dinastía sasánida y árabes como lo son de la arquitectura. Se inspiraba con frecuencia en los dibujos y figuras de los códices regionales y de los tapices venidos de Oriente.
El carácter general de la escultura románica consiste en la imitación de modelos artificiales y de aquí su amaneramiento o rutina. Como puente de unión entre una y otra se halla en los últimos años del siglo XII y primera mitad del XIII el estilo que puede llamarse de transición que trata de imitar algo la realidad de la Naturaleza y da a sus obras mayor vida y movimiento sin desprenderse completamente el artista de los convencionalismos y amaneramientos precedentes. Y tal es la variedad resultante de esta transición aumentada por la destreza o impericia de los escultores por las influencias de escuelas distintas que no es raro juntarse en una misma localidad y de una misma fecha relieves o estatuas muy dignas de aprecio y alabanza con otras de reprobable gusto y sin ningún valor artístico.
Precisando más el carácter de la escultura románica, decimos que se constituye por la imitación de modelos bizantinos o romanos de estilo decadente pero realizada con mano latina y frecuentemente bajo la influencia del gusto persa o del árabe. Se caracteriza, además, por cierta rigidez de formas, falta de expresión adecuada (a veces, exagerada) en las figuras, olvido del canon escultórico en la forma humana, forzada simetría en el plegado de los paños (muy parecida a la del periodo arcaico griego), repetición y monotonía en los tipos de una escena, tosquedad en la ejecución de la obra y frecuente adopción de flora estilizada y de fauna monstruosa como asuntos ornamentales y simbólicos. La escultura románica de la época de transición va perdiendo algo de dicha rigidez, simetría y exageración de la línea recta y vertical mientras gana en finura, realismo y movimiento distinguiéndose también por la abundancia de menudos y estrechos pliegues en la vestimenta.
Algunos estudiosos han querido ver, dentro de la dinámica de imitación de modelos, una serie de leyes o normas generales que se encuentran con frecuencia en las obras románicas. Destaca entre ellas la “Ley de Adaptación al Marco” que enuncia Henri Focillon y que subordina el desarrollo escultórico al espacio arquitectónico cedido a tal fin. El resultado serán escenas en las que los personajes se adaptan a ese espacio, a veces contrayéndose o estirándose, sin tener en cuenta otras consideraciones más naturalistas. Otra norma general es la isocefalia que encontramos en algunos grupos de figuras situadas todas con la cabeza a la misma altura.
En la escultura románica e, incluso, en la gótica ya se trate de obras de piedra, marfil o madera fue muy común la policromía siempre sobria en la viveza de colores por más que haya desaparecido la pintura con la acción del tiempo en casi todos los ejemplares o haya sido sustituida por decoraciones más modernas.
Las principales labores de escultura románica se admiran hoy en los relieves de muy variados capiteles y en las magníficas portadas y elegantes cornisas de muchos edificios de la época, en cuyos frontis se representan escenas bíblicas y figuras alegóricas (entre ellas, los llamados bestiarios y las personificaciones de los signos del zodiaco, etc.) a una con imágenes de Santos en gran relieve. Además, se ejercitó la escultura románica en la talla de curiosos dípticos de marfil, de graves crucifijos (de marfil y de bronce) y de estatuas de la Virgen María (en piedra y en madera, ya sola ya chapeada en bronce) que se conservan en sus santuarios o en los Museos y, en fin, se manifestó ingeniosa dicha escultura en la decoración de arquetas o cofrecillos para guardar reliquias y joyas, de ricas tapas para libros litúrgicos, de fontales o antipéndium para los altares, de pilas y sepulcros de piedra con relieves, etc. Desde la invasión de los bárbaros quedó olvidado casi por completo en Occidente el cultivo de la glíptica en lo que se refiere a piedras finas pero se utilizaron las gemas anteriormente labradas por griegos y romanos aplicándolas sin estudio a objetos preciosos y de adorno especialmente, sortijas. Hubo, sin embargo, algunos entalles con inscripciones o con alguna figura tosca, como la esmeralda del Tesoro de Guarrazar, y gran empleo de piedras finas en forma de cabujón para objetos de orfebrería.
Arqueta románica de esmaltes, Siglo XIII
PINTURA ROMÁNICA
Se llama pintura románica en conjunto a la desarrollada en Occidente desde la invasión de los bárbaros hasta mediados del siglo XIII en que empezó la así llamada gótica. Pueden distinguirse en ella varios estilos a semejanza de la arquitectura, destacando los siguientes:
- el de imitación bizantina, que en Italia se llamó italo-bizantino
- el carolingio, principalmente desarrollado en Francia
- el visigodo y mozárabe en España
- el románico propiamente dicho, que les sigue
- el irlandés y sus afines del Norte, es un estilo separado de los anteriores pero que influye en todos
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